En el evangelio de Marcos, todos los
discípulos, también nosotros, estamos necesitados de la acción curativa de
Jesús: no oímos lo que Jesús dice, no comprendemos lo que El quiere
comunicarnos, no hablamos su misma lengua ni su mismo evangelio; por eso,
Marcos, como buen catequista, a través de los signos y prodigios, nos ayuda a
entrar poco a poco en sintonía con Jesús. Ni a Pedro le resultó fácil, ni a los
otros discípulos, ni -reconozcámoslo- tampoco a nosotros.
Pero Jesús no se cansa; nos cura de
nuestras “sorderas” para que su voz resuene en nuestro corazón y aprendamos a
hablar en cristiano. Hasta nosotros llega la palabra de Jesús: “Ábrete” al
grito de dolor de tantos hombres y mujeres de tu mundo; entonces la palabra de
Vida resonará en tu interior. “Ábrete” a las personas de tu familia y de tu
trabajo empatizando con sus alegrías y sufrimientos, y saldrás de tu
aislamiento interior, siendo un don para los demás. “Ábrete” a la voz de Dios
que resuena en tu corazón. “Ábrete” con admiración a Jesús, que “todo lo hace
bien”, y sentirás que la fe es Buena Noticia para ti y sabrás transmitirla a
los demás.