El cartel del DOMUND de este año con el lema de “Misioneros de la Misericordia” muestra el abrazo entre una misionera y una anciana. Quiere reflejar la misericordia en un gesto y en unos rostros. Pero además, detrás de la imagen hay toda una historia, la de Antonia y Aida, las dos protagonistas de la fotografía.
Antonia Valverde Fernández, Misionera de las Hermanas del Amor de Dios, que aparece con su hábito blanco, cuenta desde la diócesis de Santa Clara, en Cuba, donde ejerce su misión, quién es la otra protagonista del cartel: “Aida es una hermosa mujer, de formación sólida —fue maestra—, que perdió a su marido, Emilito, después de vivir con él más de 60 años. Es de los pocos matrimonios que se casó por la Iglesia, y de fe inquebrantable. No tuvieron hijos. Al fallecer su marido, ha pasado un tiempo desamparada, sola, desconsolada, dejada por completo y casi ciega por no operarse de cataratas.
A las hermanas nos quiere mucho; ella nos considera su familia. Nosotras estuvimos presentes, ya antes de la enfermedad de Emilito, pues, al ser un matrimonio mayor de la Iglesia, los visitábamos, les dábamos la comunión y les cantábamos cantos que ellos pedían. Esto no lo hacíamos solas: mucha gente de la Iglesia estaba pendiente de ellos. Por la edad, la limpieza de sus personas y de la casa era pésima, incluso con animales, llegando a coger la enfermedad de la sarna. Por las únicas que se dejaba aconsejar y ayudar era por nosotras, que la escuchamos y hacíamos por ellos lo que estaba a nuestro alcance.
En toda la enfermedad de Emilito, desde que se cayó hasta que falleció, hicimos lo que pudimos por los dos. Luchamos juntos para que fueran atendidos, llevamos a médicos conocidos a su casa, lo llevamos al hospital. Fueron meses de búsqueda, sin resultados. Después de luchar tanto, pudimos conseguir una silla de ruedas. Cuando llegó, Emilito se puso muy contento. Horas más tarde, cayó en coma y falleció. Aida no olvida la lucha que mantuvimos con ella para ayudarles. Con nosotras está muy agradecida.
Después de fallecer Emilito, Aida no soltaba el llanto. Se agarró a la foto de su marido y se echó a morir. Nosotras le llevamos la comida, la consolamos y escuchamos todos los días la repetición de su queja. Fueron muchos años de amor y compañía con su esposo. Le aconsejamos que metiera en la casa a una familia que la ayudara. Aida se negaba; tenía miedo de que le hicieran daño. Al fin se dejó, y desde hace dos meses vive con ella una familia del campo, que la cuida. El cambio que ha dado es radical. El Señor hace maravillas con sus pobres. Ella está bien atendida, y contenta con la gente que ha entrado en su casa, que hasta el momento está portándose muy bien con ella. Nosotras seguimos visitándola y dando gracias a Dios por ella. Hace un mes la han operado de un ojo, y está como una niña con zapatos nuevos, feliz de poder ver.
Es la historia de Aida; se va a poner contenta cuando sepa que va salir en el cartel. Mi familia, mi pueblo de Bullas, Murcia, y mi congregación, también, cuando me vean. Que todo sea para mayor gloria de Dios. Mi cariño y gratitud a las cuatro personas de Ranchuelo que han hecho lo posible y lo imposible para que la foto pudiera llegar hasta ustedes. Que el Señor pague todo el bien que hacen ustedes”.