Benedicto XVI, en su Mensaje para esta XXI Jornada
Mundial del Enfermo, recuerda la parábola del Buen samaritano y, en concreto,
sus palabras finales: «Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10, 37). Este mandato
imperativo de Jesús está dirigido no solo a aquellos que por vocación o
profesión atienden a los enfermos, sino a todos los bautizados. En el horizonte
de la narración bíblica aparece de nuevo la invitación a hacer el bien a
desconocidos y, sobre todo, al que no te lo pueda recompensar. Innumerables
ejemplos de solicitud por los enfermos jalonan la vida de la Iglesia.
Hace muchos años nació en el seno de las Obras Misionales Pontificias la “Unión de enfermos misioneros”, con la finalidad de: a) Colaborar espiritualmente con la actividad misionera de la Iglesia; b) Ser misionero en el propio ambiente implicando a otros en esta colaboración; y c) Transformar la enfermedad en instrumento valioso de santificación. Una vez más la Iglesia pone su mira en los más débiles, al ser consciente de que en esta fragilidad gravita su fortaleza. ¡Cuántos enfermos y ancianos ofrecen cada día su situación como oración de intercesión por los misioneros y misioneras!
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Hace muchos años nació en el seno de las Obras Misionales Pontificias la “Unión de enfermos misioneros”, con la finalidad de: a) Colaborar espiritualmente con la actividad misionera de la Iglesia; b) Ser misionero en el propio ambiente implicando a otros en esta colaboración; y c) Transformar la enfermedad en instrumento valioso de santificación. Una vez más la Iglesia pone su mira en los más débiles, al ser consciente de que en esta fragilidad gravita su fortaleza. ¡Cuántos enfermos y ancianos ofrecen cada día su situación como oración de intercesión por los misioneros y misioneras!
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