Este domingo, conocido como el del Buen Pastor, tiene recientemente, desde tiempos del Papa Pablo VI, el matiz propio de ser Jornada de oración por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Y en algunas partes es también el día de la parroquia.
Una de las imágenes bíblicas mas entrañable es la del pastor. Ya en las catacumbas y en los mosaicos de las antiguas basílicas es frecuente la imagen del “buen pastor”, joven y fuerte, que carga una oveja sobre sus hombros. Pastor y cordero son una misma realidad, Son rasgos propios del pastor la fortaleza, el aguante, el silencio, la sensibilidad, la capacidad de observación, la sencillez de un rico mundo espiritual y la constancia. Todas estas características encerradas en la figura, frecuentemente enjuta y curtida, del pastor, hacen que sea persona entrañable e imprescindible.
El trozo de Evangelio que se lee este año, la última parte de la parábola, está centrado en la relación que existe entre las ovejas y el pastor Jesús, que se presenta a sí mismo como pastor verdadero, con lo que se identifica de esta manera con Dios, a quien los profetas y salmos proclaman como el Pastor de Israel. “Yo y el Padre somos uno”.
Sabido es que las ovejas son animales con poco instinto de orientación; por eso necesitan la ayuda de la constante dirección y defensa. Necesitan oír la voz conocida del pastor para seguirlo. Igual nosotros, para superar el extravío y recuperar la orientación fundamental de la vida, debemos escuchar siempre la voz de Cristo, pastor doliente y a la vez cordero inmolado en la cruz, y reconocerlo vivo en la fracción del pan, memorial de su Resurrección. El tiempo pascual abunda en la necesidad de este conocimiento, que significa seguimiento y unión con Jesús.