Próxima ya la solemnidad de la Ascensión, el Evangelio de este domingo nos sitúa en uno de los momentos más intensos de la “despedida” de Jesús, tal como la recordó san Juan en el Sermón de la Cena. El sentimiento de su ausencia se transfigura por la fe en el gozo de una mejor presencia.
La primera parte de este Sermón (cuya introducción leímos el domingo pasado) se desarrolla en tono de despedida. Entrañable adiós del Amigo y Maestro que va a morir. Hoy escuchamos las últimas líneas de esta primera parte. Dos pensamientos principales: a) por encima de la ausencia visible de Jesús, los discípulos gozarán de su presencia interior, divina; b) tendrán en este mundo la verdadera Paz.
El Evangelio del Reino proclamado por Jesús y el Evangelio de Jesús el Señor proclamado por la Iglesia es el mismo en dos etapas sucesivas. La actividad docente del Paráclito consiste en llevar a los discípulos y a la Iglesia al núcleo de la enseñanza de Jesús. Se trata de una enseñanza interpretativa, profundizadora y animadora. Sólo el Espíritu Santo es el encargado de interpretarles, de conducirles a la verdad del precepto del amor, incluídos los enemigos, precepto que Jesús mismo practicó en la cruz. La segunda tarea, es el “recuerdo”: fidelidad al Evangelio y creatividad para hacerlo creíble, fiable y eficaz en todos los tiempos y en todas las circunstancias en que se encuentren la Iglesia y los hombres.
Ángel Fontcubert