Ayer celebrábamos al Corazón de Jesús, hoy gozamos con el Corazón de la Madre. La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de María; por eso nos consagramos al Corazón de Jesús a través de su Corazón. "Jesús es el Camino; María es el Atajo".
Después de su entrada a los cielos, el Corazón de María sigue ejerciendo a favor nuestro su amorosa intercesión. El amor de su corazón se dirige primero a Dios y a su Hijo Jesús, pero se extiende también con solicitud maternal sobre todo el género humano que Jesús le confió al morir; y así la alabamos por la santidad de su Inmaculado Corazón y le solicitamos su ayuda maternal en nuestro camino a su Hijo.
Hay textos en la Biblia que son los primeros en sugerir la veneración al Inmaculado Corazón de María. Después que los pastores llegaron al pesebre, leemos: "María ... observaba cuidadosamente estos acontecimientos y los guardaba en su corazón" (Lc 2, 19).
Después que María y José encontraron a Jesús, ya de doce años, en el Templo, "volvió con ellos a Nazaret, donde vivió obedeciéndoles. Su madre guardaba fielmente en su corazón todos estos recuerdos" (Lc 2, 51).
Cuando Jesús fue presentado en el Templo, predijo el anciano Simeón: "Y a ti misma una espada te atravesará el alma.
Cuando el Corazón de Jesús fue perforado por la lanza, el Corazón de la Santísima Madre fue traspasado por una espada de dolor.
Misioneros ¡vayamos al Corazón de María!, ¡Jóvenes María nos espera con su Corazón de Madre!
Acudamos todos al Corazón de una Madre que escucha y ama, y es camino hacía Jesús.