Hoy tuvimos a dos seminaristas con malaria. Se nos ha desmayado el seminarista que quedaba sano. Tal vez el calor que hoy tumbaba al más pintado, tal vez mal hidratado... A medio día los trabajadores que nos están construyendo el muro de la huerta se han encontrado con una serpiente de un metro de largo. Pero hoy todos se han ido a dormir sin ningún trauma. Mañana continuará la vida, que está llena de peligros y de sustos. Aquí y allí.
Por eso la vida es lo único que tenemos realmente. Nuestra catequista más veterana ha sido visitada por los ladrones que se le han llevado literalmente todo. Con una sonrisa me dice que qué se le va a hacer, “el Señor sabrá por qué, tal vez quiera decirme algo con esto, pero no me han quitado la vida. Y si no me han quitado la vida no me han quitado nada”.
Una vez más, doy gracias a Dios por la Vida, el único don que poseo, es decir, del que soy usufructuario, del que no soy dueño, pero del que se me permite disfrutar hasta morir. Cómo lo aproveche o cómo lo disfrute, ése es el problema.
Quiero ser y quiero invitaros a ser de los que saborean la vida a sorbitos, de los que viven sin miedo; aprovechando cada minuto, saboreando los amigos y los regalos que te da la vida pero sin absorberlos ni poseerlos. Valorando lo poco y lo mucho, queriendo al sencillo y al complicado, desapegándome de mis posesiones, sean personales o colectivas, sea ropa o sea electrónica, sabiendo dejar lugar a los que vienen detrás y atender a los que van delante. Quiero ser... Para eso estoy en la escuela de la Vida.