Hoy, la liturgia de la Palabra presenta una nueva catequesis bautismal: Jesús es la luz del mundo y nosotros, por el bautismo, “somos luz en el Señor y tenemos que caminar como hijos de la luz”.
En la carta a los Efesios (2ª lectura) san Pablo nos recuerda que “en otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor”. Este tema de la oposición entre la luz y las tinieblas es una constante en la revelación bíblica.
Ya en los orígenes el Génesis nos dice que el primer acto del creador fue separar la luz de las tinieblas, y el Apocalipsis, libro que cierra la Escritura, nos augura que, al final de la historia, la “nueva ciudad” (la nueva creación) no necesitará de sol ni de luna que la alumbren, pues la gloria del Señor la ilumina y su lámpara es el Cordero …, y no se cerrarán sus puertas al declinar el día, puesto que allí no habrá noche” (21,23.25)
Ya en los orígenes el Génesis nos dice que el primer acto del creador fue separar la luz de las tinieblas, y el Apocalipsis, libro que cierra la Escritura, nos augura que, al final de la historia, la “nueva ciudad” (la nueva creación) no necesitará de sol ni de luna que la alumbren, pues la gloria del Señor la ilumina y su lámpara es el Cordero …, y no se cerrarán sus puertas al declinar el día, puesto que allí no habrá noche” (21,23.25)
El tiempo intermedio, o sea, la historia de la humanidad, la Biblia lo describe como un enfrentamiento constante entre la luz y la tiniebla o, lo que es equivalente, entre el bien y el mal, la gracia y el pecado, la vida y la muerte.
Si al inicio, como dice el Génesis, las tinieblas se cernían sobre la superficie de la tierra, muchas y agresivas son también las oscuridades que se ciernen sobre nuestro mundo. El Papa, en su exhortación La Alegría del Evangelio, nos invita a estudiar los signos de los tiempos y, a grandes rasgos, va apuntando algunas situaciones oscuras de la sociedad, que él llama “patologías”.
“Patológicos” son el miedo y la desesperación que se están apoderando del corazón de muchas personas; como lo es también el que se apague la alegría de vivir, 0 que crezcan la falta de respeto, la violencia y la injusticia. Las desigualdades, son cada vez más patentes, como pone de manifiesto el grave problema de la inmigración. Hay que luchar para vivir y, a menudo, con poca dignidad: No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre, señala el Papa. Patológico es que nos dejemos anestesiar por la cultura del bienestar, negando la primacía del ser humano sobre el dinero. Y el Papa habla también de las tinieblas de la exclusión y marginación de grandes sectores de la sociedad, que desembocan en agresividad y violencia…
Las sombras y tinieblas de nuestro mundo, son un desafío para los cristianos; desafío que tiene que impulsarnos “a un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo. Por eso, el Papa reitera una y otra vez que tenemos que salir a las “periferias”, o sea, a las situaciones oscuras y marginales para iluminarlas y procurar remediarlas.
Tenemos que ser luz, como se nos significó en el Bautismo cuando, al entregarnos la vela encendida en el Cirio pascual, símbolo de Jesús Resucitado: Recibid la luz de Cristo para que, iluminados por Él, caminéis siempre como hijos de la luz. Y hoy san Pablo nos exhorta: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz –toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz--, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas.
El Papa, al animarnos a ser luz, nos señala igualmente que no eludamos esa obligación de serlo, pues constata que “muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre.