La Entrada de Jesús en Jerusalén nos desvela de lleno cómo es el mesianismo y la realeza de Jesús. El profeta Zacarías nos invita hoy a fijarnos en Jesús a quien nosotros aclamamos como mesías salvador y rey; quiere que veamos cómo entra en Jerusalén humilde y montado en una cabalgadura prestada, tan sencilla e irrelevante como es un pobre borrico: Mira a tu rey, que viene a ti humilde y montado en un asno”, y añade el profeta: “Él suprimirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén, será suprimido el arco de combate y él proclamará la paz a las naciones (Za 9,9-10).
Quienes alborozados aclaman a Jesús y lo rodean con afecto, son las gentes sencillas del pueblo entre las que Él ha ido derramando bondad y sembrando la semilla del reino de Dios.
Jesús es rey humilde y servicial, pacífico y pacificador. Esa actitud suya es donde encontramos el mensaje de hoy: humildad y sencillez, servicio y paz. El Domingo de Ramos nos invita, de manera especial, a vivir estas dos bienaventuranzas:
* Dichosos los humildes, porque ellos heredarán la tierra(Mt 5,5): La iglesia tiene que desprenderse de todo vestigio de soberbia y de altanería, de poder y de dominio. La actitud de la comunidad cristiana ha de ser como la de Jesús: servir con sencillez a los hombres. ¡Cuánto me gustaría una Iglesia pobre y al servicio de los pobres! (Papa Francisco).
* Dichosos los constructores de paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9): Jesús, en la cruz, al morir perdonando a quienes le están matando, derrota todas las violencias, todos los rencores, odios y enemistades. Amor y perdón, incluso al enemigo, es la vía más segura para construir la paz. Sólo, buscando y dando perdón, la comunidad cristiana puede anunciar “El Evangelio de la paz” (Ef 6,15).