Por primera vez, desde que en el siglo XVII se homologaran y regularizaran los procesos de canonización, dos Papas van a ser canonizados. Los dos, además, son muy recientes, muy conocidos y queridos por cientos de miles y de millones de personas, más allá incluso de sus credos religiosos.
El tiempo que dista entre sus muertes y sus canonizaciones es todo un signo de presencia y de don de Dios en medio de una de las complejas singladuras de la Iglesia en su historia dos veces milenaria. Y es que con Juan XXIII y Juan Pablo II en los altares como santos, de los doce últimos Papas -dos todavía vivos: el emérito Benedicto XVI y el vigente Francisco-, tres son ya santos (los dos citados y Pío X), uno beato (Pío IX), dos venerables (Pío XII y Pablo II) y otro siervo de Dios (Juan Pablo I).