En la barca del relato evangélico estamos los discípulos de Jesús los de entonces y los de ahora, las comunidades cristianas y la iglesia entera.
Pongamos nombre a las tempestades que nos golpean personalmente: vacío interior, enfermedad, fracaso afectivo o profesional, pobreza material, soledad, muerte, incomprensión.
Entonces nace en nosotros aquel grito: ¡No te importa que nos hundamos en el dolor y en la incertidumbre! La respuesta de Jesús es siempre nueva, como nueva es nuestra situación personal: ¿Por qué tienes miedo? Yo estoy contigo, te acompaño y te cuido.
Es lo que nos dice el papa Francisco, que, como todos nosotros, también tendrá sus miedos: Para enfrentarnos a todos los males que nos acechan, no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerle; no es lo mismo saber que El te acompaña y cuida, que no tenerle como amigo y cuidador.
A pesar de estas palabras consoladoras, nos abruman la muerte de tantos niños inocentes por hambre o enfermedad, la muerte de seres queridos jóvenes, las tremendas desigualdades e injusticias. Jesús no nos da explicaciones. Su reacción es acercarse al que sufre y compartir su dolor - una palabra, un gesto, un abrazo - y confiar en Dios Padre y Creador. Un día - no sabemos cuándo ni cómo - su Amor misericordioso hará realidad nuestros sueños y su sueño: vida en plenitud, para siempre y para todos. “Confiad en mí”, dice Jesús.
Miremos a Jesús Resucitado. Siempre renace la Esperanza: ¿Por qué teméis? Yo estoy con vosotros hasta el fin de este mundo y de esta vida. Llegará el día en que todo será nuevo, ¿no lo estáis viendo?
¡Que brille en vuestros ojos la luz de la esperanza ! ¡ Animo misioneros, Jesús está con nosotros, nos acompaña, nos guía, nos cuida.
P. Miguel ss.cc.