"Nuestra meta es que los niños aspiren a imitar a Jesús adulto, que lo sigan"
Aprovecho la coincidencia este año de la Jornada de Infancia Misionera con el Domingo de la Palabra (que el Papa Francisco recientemente ha instituido), para compartir esta reflexión personal.
Soy sacerdote miembro del secretariado de Infancia Misionera de las OMP y responsable de los “Encuentros de la Palabra”, una iniciativa que va por su segundo año y se enmarca dentro del Proyecto “Cuatrienio” que recorre la Infancia de Jesús a través de Belén, Egipto, Nazaret y Jerusalén.
Esta curiosa coincidencia de dos jornadas en el mismo domingo (al menos por este año), me ha llevado a hacerme la siguiente pregunta: ¿Qué lugar ocupa la Palabra en la animación misionera de nuestros niños? Quizás sea mejor ampliarla: ¿qué lugar ocupa la Palabra en su formación cristiana?
Estoy muy agradecido de poder colaborar con la preparación de los Encuentros de la Palabra, que intentan ofrecer a catequistas, sacerdotes, maestros… incluso a las mismas familias una guía de reflexión-oración donde “la Palabra esté en el centro” y los niños se relacionen con Ella de manera activa. De esta manera nos dejamos sorprender por ese “pequeño místico” que desde pequeño llevamos dentro, y que no es ni más ni menos que Jesús niño viviendo en cada niño.
Fructifican en nuestro contexto eclesial variadas experiencias a este respecto: catequesis y oratorios que fomentan ese contacto niño-Palabra, que apuntan a un ambiente caldeado de Cenáculo más que a la simple entrega de conocimientos. Es el camino hacia donde están y deben seguir apuntando nuestras catequesis parroquiales. L
a “vuelta a las fuentes” que nos ha dejado el Concilio Vaticano II no debe dejar fuera a los niños.
Los evangelios de la Infancia son para nosotros un regalo del Espíritu Santo en los cuales los niños pueden verse identificados con un Jesús que se hizo "semejante en todo a nosotros, menos en el pecado" (Cfr Hb 4,15).
También Dios quiso pasar por las alegrías y las pruebas por las que pasa un niño, sobre todo un niño pobre. Más allá de la historicidad de detalles que en el exceso de una lectura literal nos puedan distraer de la finalidad de estos evangelios hay que captar en dichos relatos teológicos toda su profundidad kerigmática, es decir, ese mensaje salvador que nos remite siempre al Misterio de Cristo.
Desde ahí podemos actualizarlos a nuestro contexto de una manera más acertada. Por otro lado dicha actualización se hace imprescindible: ¿qué nos dice a nosotros hoy? ¿qué hablan estos evangelios para nuestros niños de hoy? Este año por ejemplo es obligada la mirada al drama de las migraciones forzosas a partir del relato de la huida a Egipto. Es así como una catequesis y una animación misionera con la Palabra en el centro, llegan a calar de verdad en los corazones y no se quedan en un chirimiri superficial. La pregunta más bien sería: ¿puede hoy catequizarse a los niños sin mirar con ellos a “los signos de los tiempos”? Sin mirar a la ecología, a las migraciones, la desigualdad, a la apuesta por una globalización de la solidaridad, a los retos de nuestro tiempo… no se puede hacer catequesis ni animación misionera. Y todo esto se consigue gracias a ese poner la Palabra en el centro.
Una idea final sobre todo para quienes nos movemos en el mundo de la animación misionera de los niños. Los evangelios de la infancia permiten que los niños se identifiquen con Jesús niño pero ¿vamos a estancarnos en ellos sin pasar al resto del Evangelio que fue precisamente lo que les dio sentido? ¿Convertiremos a nuestros niños de IM en doctores de dichos relatos remitiendo a la catequesis para el resto del Evangelio? ¿Dónde queda la interpretación de todo el Evangelio en clave misionera? Es una de las tentaciones peligrosas en la Infancia Misionera, quizás poco identificada y que por eso mismo convendría analizar.
Yo me tomaría incluso la libertad de ponerle nombre, la llamaría “la tentación del enanismo misionero”. Los niños buscan un niño en el quien sentirse identificados pero sobre todo buscan un adulto a quien imitar porque los niños son expertos en la imitación de roles de adultos, siempre están mirándonos para “copiarnos”. Nuestra meta es que aspiren a imitar a Jesús adulto, que lo sigan. Sólo de ese seguimiento, que en los niños tendrá mucho que ver con su habilidad para imitar modelos, sólo de ese seguimiento-imitación se seguirá la misión de los niños.
Desde aquí hago invitación (...) para seguir apostando juntos por ese “poner la Palabra de Dios en el centro” porque hacerlo no es otra cosa sino poner en el centro a Aquel que da sentido a todo lo que hacemos: Jesús, Palabra Encarnada y Liberadora. La alegría del encuentro con Él nos lleve a todos, niños y adultos, a esa otra alegría misionera de darlo a todos.
Juan Camilo Valbuena Gómez
Delegado de Misiones de Cuenca y miembro del Secretariado de Infancia Misionera de Obras Misionales Pontificias de España.