El mensaje que Francisco ha entregado a la Iglesia y a la humanidad con ocasión de esta jornada del DOMUND, es una invitación a salir “del propio ambiente” para llevar este aliento universal también a los “suburbios”, a la humanidad. Interpela a los cristianos, y a cualquier persona de buena voluntad, para que seamos capaces de salir al encuentro de los que están lejos, con signos y gestos significativos, como testimonian con sus vidas los misioneros. “Hago un llamamiento a todos aquellos que sienten la llamada a responder con generosidad a la voz del Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser generosos con el Señor”.
Ha llegado la hora de dejar al lado una vida opuestamente cristiana, instalada en mirar cómo otros se entregan a los demás, para pasar a tomar parte activa en la encrucijada a la que ha convocado el Señor de la vida y de la historia.
Por eso Francisco entrega su bendición a quienes llevan la delantera: “Bendigo de corazón a los misioneros y misioneras y a todos los que acompañan y apoyan este compromiso fundamental de la Iglesia para que el anuncio del evangelio pueda resonar en todos los rincones de la tierra”. Ellos no necesitan tanto ser admirados y contemplados cuanto ser ayudados e incluso imitados.