Los “reyes, los magos o los sabios” de Oriente han visto la estrella y la siguen hasta dar con el Niño de Belén. Al encontrarle, se llenan de inmensa alegría, le adoran y le ofrecen sus dones.
La historia de los magos está llena de simbolismo. Es una hermosa catequesis sobre la manifestación de Dios en Jesús y sobre nuestro propio camino de fe. Nosotros somos esos “buscadores” de Jesús.
Tomemos conciencia agradecida del camino recorrido. Los magos buscan. También nosotros buscamos:
buscamos el sentido de la vida, el origen y destino de la vida y de nuestro mundo. Sin esta aspiración de fondo, nadie inicia un camino. Prefiere quedarse en casa,con los suyos y con sus cosas, sin preguntar ni inquietarse. Es una actitud paralizante. Es la tentación del pragmático puro y duro.
Nosotros hemos superado este planteamiento. Nos hemos puesto en camino; hemos tenido destellos de luz en nuestro corazón y hemos encontrado personas que para nosotros han sido “estrella” que lleva a Belén; les estamos muy agradecidos. No ha sido un camino de rosas. . Los magos perseveran en la búsqueda. Al final hay encuentro. Eso es la fe: encuentro. Nos llena de inmensa
alegría. Es un gozo creer en el Niño de Belén, adorarle y hacerle nuestros regalos.
¿Qué le ofrecemos nosotros al Niño de Belén? Qué maravilloso sería si le pudiéramos decir: “Aparte de nuestro cariño y emoción de encontrarte, no tenemos nada que regalarte, pues todo se lo hemos dado a tus hermanos más pequeños: niños necesitados de juguetes y de alimento,
familias sin hogar, ancianos sin cariño; a ellos les hemos entregado nuestro tiempo y nuestros dones”.
“Gracias, Niño de Belén, pues al dar de lo nuestro y al darnos nosotros, hemos recibido el más hermoso regalo de toda nuestra vida: “Hemos visto tu estrella en nuestros corazones”.