Monseñor Carlos Osoro, Arzobispo de Valencia y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, destaca en este artículo la importancia de las vocaciones en cada Iglesia particular y especialmente en los territorios de misión.
"Una Iglesia particular tiene su manifestación, su vida, entre otros modos, en la capacidad que el mismo Señor le da para engendrar vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada. Porque ciertamente quien llama es Él, pero ha querido realizar esas llamadas en el seno de la Iglesia y a través de su Iglesia.
Por tanto, las vocaciones nativas de una Iglesia particular son signo de vitalidad: es evidente que ahí existe una comunidad cristiana que sabe alimentar a todos los creyentes. Es esa Iglesia que se construye con las mismas fuerzas de las que nos habla el sumario del libro de los Hechos de los Apóstoles: “Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42); es la Iglesia que se alimenta y se sostiene con esas cuatro perseverancias que, ya en la primitiva comunidad, en el inicio mismo de la Iglesia, tuvieron una importancia singular e hicieron posible que todo el mundo estuviese impresionado (cf. Hch 2,43) y muchos pusieran su vida solo al servicio del Señor y para lo que Él quisiera y llamase.
Las vocaciones nativas nos hacen recordar lo que el Papa Pablo VI nos decía: evangelizar significa llegar a los corazones de los hombres, tomar la decisión de acoger la gracia que el Señor regala, en la que el ser humano queda transformado y, por eso, también todo su entorno".
Mons. Carlos Osoro, Arzobispo de Valencia
y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española