El origen de la piadosa tradición surge del llamado Protoevangelio de Santiago, según el cual la Virgen María fue llevada a la edad de tres años por sus padres, San Joaquín y Santa Ana, al Templo de Jerusalén, junto a otras doncellas. Se describe la entrada de las niñas en el templo, portando lámparas, y la particular recepción de María por el gran sacerdote (denominado Yodae o Baraquías en la Vida de la Virgen de Epifanio el Monje), que profetiza su misión en la redención y la sitúa en un lugar de privilegio ("la tercera grada del altar"), donde la niña baila
. La estancia de María en el templo, que se describe como un hecho milagroso (su alimentación "como una paloma" por un ángel -prefiguración de la escena de la Anunciación-), se inicia en un momento distinto en la narración de Epifanio ("regresaron a Nazaret y, cuando la niña tuvo siete años, de nuevo sus padres la condujeron a Jerusalén y la ofrecieron al Señor, consagrada para todos los días de su vida"),pero en cualquier caso se prolonga hasta los doce años; momento en el que, para evitar la contaminación que supondría la presencia de una mujer, el gran sacerdote, a quien se en esta ocasión se nombra como Zacarías (identificado como hijo de Baraquías en el texto de Epifanio), convoca un concurso para decidir con quién se casará, lo que ya constituye otro episodio evangélico.
(los Desposorios de la Virgen).
. La estancia de María en el templo, que se describe como un hecho milagroso (su alimentación "como una paloma" por un ángel -prefiguración de la escena de la Anunciación-), se inicia en un momento distinto en la narración de Epifanio ("regresaron a Nazaret y, cuando la niña tuvo siete años, de nuevo sus padres la condujeron a Jerusalén y la ofrecieron al Señor, consagrada para todos los días de su vida"),pero en cualquier caso se prolonga hasta los doce años; momento en el que, para evitar la contaminación que supondría la presencia de una mujer, el gran sacerdote, a quien se en esta ocasión se nombra como Zacarías (identificado como hijo de Baraquías en el texto de Epifanio), convoca un concurso para decidir con quién se casará, lo que ya constituye otro episodio evangélico.