



Y como de este tema no puedo decir mucho más me gustaría volver sobre el programa “misioneros por el mundo”. Se valora y agradece el esfuerzo que hace la Iglesia en España para dar a conocer la tarea que realiza a través de sus misioneros por todo el mundo. También creo, y esto es una opinión personal de un misionero que lleva más de 9 años en Tailandia, que hay aspectos del formato que se utiliza en los reportajes que se deberían revisar. Pero como es una opinión personal no ahondaré más en el tema. Lo que si me atrevo a recomendar a la Iglesia en España es que, ya que tienen un “misioneros por el mundo”, dediquen un espacio a “callejeros por las parroquias”. Es cierto que el rostro de los misioneros casi siempre resulta agradable a la sociedad española, pero el reto está en dar a conocer lo que tanta gente está haciendo en España desde un compromiso de fe. Echo en falta ese programa de “callejeros cristianos” que saquen la fe de tantos laicos a la calle, o que dediquen a pasar un fin de semana con un sacerdote por el Valle de Soba, o un “24 horas con D. Manuel”, nuestro Obispo, o que entrarán a esas realidades que tantos religiosos y voluntarios atienden con cariño y de las que, algunos políticos, en algunas ocasiones, mencionan sin creerse lo que dicen. Con todo esto quiero reconocer y valorar el enorme trabajo que tantos compañeros están haciendo en nuestra Diócesis de Santander. Me siento orgulloso por su entrega y dedicación, también sufro con sus problemas y dificultades, pero cada día, cuando celebro la Eucaristía en estas lejanas tierras, me acuerdo de ellos y les pongo sobre el altar para que continúen siendo ofrenda de vida.

Hace unas semanas escuchábamos la curación del endemoniado de Gerasa. Una vez liberado de esa legión de males y dispuesto a seguir a Jesús cruzando a la otra orilla, se encontró con otra misión: “Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti” (Mc 5, 19). Y así lo hizo. Por eso somos tan discípulos de Jesús lo que cruzamos a la otra orilla como los que se quedan a contarle a los suyos lo que el Señor ha hecho (y lo que hará). Una misma misión, en dos direcciones distintas y ambas con un grado de compromiso tan grande como cada uno (aquí o allí) lo quiera poner; sin que el lugar lo determine.
Vicente Gutiérrez misionero del IEME de la diócesis de Santander en Tailandia