Un año más, el Obispo de Santander D. Manuel Sánchez Monge, nos escribe una carta con motivo del Domund.
LOS CORAZONES ARDIENTES PONEN
LOS PIES EN CAMINO MISIONERO
El Resucitado toma la iniciativa y camina con nosotros. El encuentro con
Cristo resucitado ilumina nuestra vida y hace arder nuestros corazones, como les
ocurrió a los discípulos de Emaús. También lo han experimentado los misioneros
que, desde su corazón ardiente, se han entregado a los más pobres y
necesitados. Dejan a un lado su tierra, sus seguridades, sus comodidades y
marchan a anunciar a Jesucristo en tierras lejanas. Tienen el corazón encendido
porque se fían de Dios que les cuida y les atiende. Del encuentro con el Señor
nace el envío misionero. En todos los momentos y en todas las latitudes. Él les
da fuerza cuando experimentan el cansancio o el desánimo.
El encuentro personal con Cristo transforma realmente a las personas.
Hace salir de uno mismo para llevar a otros el amor, la misericordia y la belleza
de Dios. El Espíritu Santo les ilumina y les transforma en apóstoles, no de una
causa, ideología o doctrina, sino de una Persona, Jesús de Nazaret. Hace que sus
ojos se abran y sus pies se pongan en camino para entregar su vida comunicando
la luz del Evangelio a quienes no lo conocen. Dejémonos siempre acompañar por
Cristo resucitado que nos explica las Escrituras y enciende nuestro corazón para
que anunciemos el misterio de la salvación con la fuerza y la sabiduría que vienen
del Espíritu. La presencia consoladora e iluminadora de Jesucristo aseguran la
permanencia en su vocación del discípulo misionero. Las acciones simbólicas de
Jesús: tomar el pan, bendecirlo, partirlo y dárselo a ellos abrirán sus ojos para
descubrir la presencia poderosa del Señor. Desde el comienzo de su pontificado
el papa Francisco ha deseado que todos vivamos en clave misionera. No tenemos
una misión, sino que somos misión, ha llegado a decir.Aprovecho la celebración del Domund para expresar mi cercanía y
asegurar mi oración a todos los misioneros del mundo, pero muy especialmente
a los misioneros de nuestra diócesis de Santander. Tenemos actualmente 71 en
tierras de misión de los cuales 41 son mujeres y 30 hombres. La misión vive de
la providencia divina, no de las propias fuerzas. Las dificultades pueden y deber
ser ocasiones para volver a Dios, pedirle luz y revisar cómo se pueden hacer las
tareas mejor. Por otra parte, la alegría debe acompañar siempre el anuncio de
Jesucristo. No es algo fingido o forzado, sino que es la expresión espontánea de
haber encontrado el sentido de la vida. La alegría del evangelio no es ingenua,
sino profunda y supera las dificultades. Quien la experimenta no puede menos
de comunicarla. Colaboremos con la Delegación Diocesana de Misiones que
anima incansablemente la esencial dimensión misionera de nuestra fe y se
muestra cercana a todos nuestros misioneros y misioneras
+Manuel Sánchez Monge, Obispo de Santander