Tercera etapa. Y nos fuimos
a Oceanía. Tras buscar y encontrar a Jesús, ahora, ¡le seguimos! De isla en
isla, sin miedos a las tormentas, con la ilusión de lo nuevo, descubriendo
maravillosos parajes y personas que nos hacían sentirnos hermanos y en familia.
Oceanía era un buen lugar para la tercera clave de nuestro juego, de nuestra
singular vuelta al mundo. La infancia también es el momento para descubrir y
decidir una primera llamada a la misión.
Cuarta etapa. La alegría del
niño es expansiva, comunicativa, y nos fuimos a América para poder hablar a
todos de Jesús. No hay barreras para la fe, ni para la misión. Tampoco hay
distancias, pues el lenguaje nos comunica y nos hace uno. Hablar de Jesús a
todos es la ilusión del niño misionero. Leer todo