Mañana celebramos la fiesta de Pentecostés, con esta liturgia damos por concluido el tiempo de Pascua, el culmen de la pascua es la efusión del Espíritu Santo. Dios nos regala su Espíritu como expresión máxima de su amor, pero no podemos olvidar que el Espíritu Santo siempre ha estado y está con nosotros. Cuando Jesús nace en Belén es por obra del Espíritu, y cuando la Iglesia nace en Jerusalén es por obra del Espíritu: "todos reunidos en un lugar y todos fueron llenos del Espíritu Santo".
Cuando Jesús inicia su ministerio es bajo el poder del Espíritu en su bautismo. Cuando Jesús recorre el país anunciando el Reino de Dios, es guiado por el Espíritu. Cuando los Apóstoles se abren a los gentiles, son guiados por el poder del Espíritu.
La historia de la Iglesia desde hace dos mil años no es la historia de los hombres, sino la historia que el Espíritu Santo ha escrito a través de unos hombres que se dejaron guiar por el Espíritu.
La Iglesia de Jesús, la iglesia católica, fue, es y será edificada por el mejor arquitecto, el Espíritu Santo. Este arquitecto necesita muchos colaboradores y estos somos nosotros pero tenemos que conocer los planos y obedecer al arquitecto. No podemos edificar a nuestro antojo, sería otra iglesia y así surgen tantas iglesias como modas.
Pentecostés es el día en que el Espíritu Santo, como arquitecto del Padre, pone la primera piedra de la iglesia; pone su fuego en los apóstoles para que actúen y salgan de su encierro; pone su color rojo para simbolizar la pasión que sienten por el Reino de Dios, por la obra de su Maestro Jesús, y pone una lengua común, la misericordia y el amor.
El Espíritu nos regala sus dones: sabiduría, conocimiento, inteligencia, ciencia, consejo, fortaleza y temor de Dios; los dones no son para nuestro lucimiento sino para el bien de todos, para la edificación de toda la iglesia. La Iglesia nunca estará terminada si nosotros enterramos nuestros dones…
Pidamos en la fiesta de Pentecostés que El Espíritu Santo habite en nosotros. Necesitamos de Él para perdonar, alabar, pertenecer, hablar el idioma de Dios, congregar y revelar las mil caras de Dios. Porque "sin el Espíritu, Dios queda lejos, Cristo permanece en el pasado"...
Pentecostés es el día en que el Espíritu Santo, como arquitecto del Padre, pone la primera piedra de la iglesia; pone su fuego en los apóstoles para que actúen y salgan de su encierro; pone su color rojo para simbolizar la pasión que sienten por el Reino de Dios, por la obra de su Maestro Jesús, y pone una lengua común, la misericordia y el amor.
El Espíritu nos regala sus dones: sabiduría, conocimiento, inteligencia, ciencia, consejo, fortaleza y temor de Dios; los dones no son para nuestro lucimiento sino para el bien de todos, para la edificación de toda la iglesia. La Iglesia nunca estará terminada si nosotros enterramos nuestros dones…
Pidamos en la fiesta de Pentecostés que El Espíritu Santo habite en nosotros. Necesitamos de Él para perdonar, alabar, pertenecer, hablar el idioma de Dios, congregar y revelar las mil caras de Dios. Porque "sin el Espíritu, Dios queda lejos, Cristo permanece en el pasado"...