¡El don de la paz! Ese es el inicio del mensaje que Jesús confía a los discípulos cuando los envía por delante de él para que vayan preparando su subida a Jerusalén (Lc 10, 1-12.17-20). También nosotros hemos de ser consciente de la amplitud de la mies y de la escasez de los obreros. Y no podemos ignorar las dificultades y los riesgos que nos aguardan, somos misioneros.
Ante la magnitud de la tarea, lo primero que se nos ocurre es revisar los medios con los que podemos contar. Sin embargo, el Señor nos desconcierta: “No llevéis, talega, ni alforja, ni sandalias”. Es interesante el comentario que ha escrito la comunidad de Bose: “No basta tener pocos medios, es preciso ser pobres. No basta proclamar el Reino de Dios, es preciso ser hombres de Dios. No basta anunciar la paz, es preciso ser constructores de la paz”.
Jesús no envía a sus discípulos a llevar a los necesitados comida, vestidos o dinero, sino que envía hombres sin dinero, sin alforjas y sin calzado. Se dirá que son imágenes, pero algo se nos quiere indicar con ellas. Lo único que tienen que llevar los enviados por Jesús es el anuncio de que se acerca el Reino de Dios y que es preciso convertirse.