A lo largo de este camino de formación para llegar a ser sacerdote, siempre he contado con personas que me han sostenido con su oración. Ustedes, queridos benefactores, siempre fueron más allá. No sólo recibí su oración, sino que bondadosamente me tendieron su mano, constatando en el día a día la bondadosa providencia de Dios. Con su ayuda nada nos faltó.
Les aseguro que en cada Eucaristía, en cada plegaria, en cada intención tendré presente a aquellos hombres y mujeres que cerca o, aún en la distancia y sin siquiera conocerles ayudaron y acrecentaron esta vocación.
Sigo con alegría esta nueva etapa de mi vida, ahora desde el orden sacerdotal, confiado a sus oraciones. Sin duda, salir del Seminario y ser ahora sacerdote implica un nuevo reto pero también, la satisfacción del deber cumplido, la alegría del llamado, de la elección que, aún sin ser nuestra, la recibimos como el más preciado don. Dios se ha dignado a llamarme, elegirme entre muchos por mi propio nombre.
Oren, oren mucho e incesantemente por sus sacerdotes, oren con fervor, oren sintiendo entre sus manos la responsabilidad de este don. Oren para que nuestro sacerdocio sea a ejemplo del Señor, un ministerio santo en donde el amor de Dios pueda derramarse a cántaros. Un ministerio oblativo, lleno de amor por el hombre y por su Dios.
Colme el Señor sus vidas y les recompense por tanta generosidad para con nosotros, sus nuevos sacerdotes."
Luis Eduardo Guzmán Cárdenas