A la sombra de la oscuridad celebramos esta tarde–noche la misa en la comunidad de las hermanas ss.cc. Las 25 niñas del Lar Mamana Wa Kurula (Virgen de la Paz) se sientan en las esteras que las hermanas disponen en el suelo, los demás en sillas de plástico, como el altar; pero éste se protege con un mantel.
Por suerte, la hermana Elisabeth, nuestra alemana sscc, ha comprado en su viaje a Europa, unas velas chinas que, imitando una vela de cera, dan luz con su pila eléctrica. Lo bueno que tiene es que no se apaga con el viento, aunque, siendo china, bien podría. Una misa a oscuras, teniendo un público, digamos, moreno enfrente, a la luz de una vela china es como celebrar en solitario. No ves las caras, pero están ahí y cantan con ilusión.
En cualquier caso, con las mayores dificultades (esta vez los mosquitos han tenido misericordia de nosotros, tal vez a causa de un aire que ya es fresco), se repite el milagro que describe el Evangelio: los panes se multiplican y no faltan peces. En la comunión sentimos que Cristo, el Resucitado, vuelve a calentar nuestro corazón y que se confirma que no estamos solos, nunca estaremos solos. La iglesia que nos describen los Hechos de los apóstoles no es muy diferente de la Iglesia que tengo delante. A veces perseguida, nacida en la dificultad, viviendo con mucha renuncia y sacrificio y también incomprendida por muchos. Aquí en su barrio, celebrando en la oscuridad, se entiende bien la petición de que Jesús sea luz para nosotros, nos traiga luz al barrio y a las oscuras chabolas.
Así empezaron las comunidades eclesiales, a la luz de una vela, orando con una ilusión y una confianza en el Maestro enviadiables, sabiendo que nosotros no somos el centro del mundo, sino que el único centro es Él y en Él todo tiene sentido y forma. Con Él no importan tanto lo material y las comodidades y por Él vale la pena intentar muchas cosas que tal vez, seguro, darán sus frutos a su tiempo.