El martes, 8 de julio, Eduardo de Haza llegó a Madrid (España) después de casi 24 horas de viaje desde Manila (Filipinas). A su llegada –escribe Enrique Moreno ss.cc., desde Manila- confiesa: “Estoy físicamente aquí, pero como bien sabes, el corazón y el alma tienen sus propios ritmos. Así que estoy a la espera…” Teníamos pendiente algunas preguntas y respuestas con Edu, que fue imposible llevarlas a cabo personalmente durante aquella última semana suya en Filipinas. Solo hubo espacio y tiempo para decir una y otra vez adiós. O hasta pronto.
Edu, en este año y medio con nosotros, específicamente en Bagong Silang, ¿se puede decir que aprendiste algo? Y si fue así, ¿qué recibiste como enseñanza?
Me resulta difícil sintetizar cuánto he aprendido, experimentado y recibido durante mi experiencia en Bagong Silang. Es mucho lo que he aprendido de los hermanos y las hermanas, de tantas personas implicadas en nuestros proyectos y en la misión, de los jóvenes, de los niños, hasta de los más pequeños. He dado poco y he recibido muchísimo. De nuevo, he reconocido la grandeza de lo pequeño y de lo simple, que es finalmente lo verdaderamente esencial; he intuido lo grande que se hace el Amor de Dios en el sufrimiento y el amor que se multiplica en las causas de los últimos.
¿Y de tu experiencia como miembro de nuestra Congregación SSCC?
He redescubierto –desde el realismo– el valor de la misión única, internacional, intercultural, intergeneracional de la Congregación. La Congregación se ha hecho más grande a mis ojos, en la comunión con hermanos y hermanas de otras culturas, en el acento y el sabor nuevo del carisma cuando se hace carne en otras tierras. Creo que estas experiencias se han venido conmigo, como parte de mi propia mochila, y marcarán ya siempre mi propia vocación SSCC.
Ya estás de nuevo en tu provincia Ibérica. Vuelves al campo de la educación con los jóvenes. ¿Qué de lo vivido en Filipinas te será útil para hablarles a esos jóvenes?
La educación me apasiona, y me siento verdaderamente ilusionado por volver a trabajar en un colegio. La realidad en Filipinas es otra, el quehacer cotidiano de las gentes tiene otro acento, su propia situación es –en tantos sentidos– completamente distante y distinta, pero la búsqueda es común por la felicidad y el sentido de la vida, esta y la venidera. A mí, Bagong Silang –y cuando digo Bagong Silang brotan en mi corazón decenas de rostros y nombres– me ha evangelizado. Ya no podré hablar del Evangelio y tratar de vivirlo sin la manera como a mí me lo han enseñado en Filipinas. Creo que ahora puedo hablar con otra perspectiva, desde esta experiencia, de la ESPERANZA que nace de la FE hasta en las más extremas situaciones humanas. La verdadera evangelización se produce cuando “la Palabra va y no vuelve vacía”, cuando la teología atraviesa la carne y el alma.
Naturalmente la gente te ha echado mucho de menos en estos días. Muchos creen que de repente, en cualquier momento, se van a volver a encontrar contigo allí en la esquina, con tu pipa y tu tabaco, y tus abrazos… ¿Qué nos puedes decir a los que seguimos por estos lados?
Todo lo mejor para vosotros, para la Congregación en Filipinas, para aquellos a los que servís. Que la comunidad se afiance en la comunión, que las nuevas vocaciones dibujen un futuro lleno de esperanza, que el servicio a la Iglesia y a los pobres sea el motor de cada paso a dar. Que el Espíritu del Padre Damián y de todos los nuestros os ilumine para responder a los desafíos que compartimos.