DOMINGO XXVI T. O.
“Los recaudadores (entonces considerados ladrones y colaboracionistas) y las prostitutas (pecadoras públicas) os llevan la delantera para entrar en el reino de Dios”. Jesús se lo dice a los representantes oficiales de la religión.
Es consecuencia lógica de la respuesta que los mismos sacerdotes dan a la parábola que Jesús les propone: dos hijos, uno, díscolo y otro rebelde, le dice no a su padre pero recapacita, cambia y obedece; el segundo, muy formal él, le dice sí, pero se queda en palabras.
Los dirigentes le han dicho sí al Señor. Están en el templo, proclaman la palabra de Dios, garantizan humana y socialmente la continuidad de la religión. Pero ... no están dispuestos a complicarse la vida. Diariamente con sus labios dicen sí al Señor, al Compasivo y Misericordioso, pero sus corazones no se conmueven ante los marginados y desheredados. Prefieren dar un rodeo sin acercarse al que yace maltrecho al borde del camino. Han logrado encerrar a Dios en el templo y lo han aislado de la vida. No quieren correr el riesgo de contaminarse.
Jesús trasciende toda religión en que no entren en juego el corazón y la vida; busca misericordia, no sacrificios.
Nosotros decimos sí a Jesús en la eucaristía y en la oración ¿también nuestras vidas son un sí decidido al Señor?
Jesús alaba a los testigos del evangelio -no importa el pasado, ni el rango, ni la función. La parábola es un canto a la búsqueda sincera de coherencia entre lo que uno dice, piensa y cree, y la vida concreta de cada día.
Un gran teólogo católico alemán, el jesuita K. Rahner, a sus ochenta años, oraba cada día con estas palabras:
“Dios mío, ayúdame a no contentarme con creer que soy cristiano, haz que llegue a serlo de verdad”.
Miguel Diaz ss.cc.