Celebrar la fiesta de Cristo Rey no significa atribuir a Jesús títulos nobiliarios que desfiguran su rostro: los pobres y los que sufren.
Siguiendo el evangelio de Lucas, hoy aclamamos a Jesús Rey, coronado de espinas y glorificado en su trono: la Cruz. Así es Rey: dando su vida y dándonos vida. De su costado abierto brota el Espíritu que nos inspira a todos sus seguidores. Es el espíritu de las bienaventuranzas, el espíritu del buen samaritano, el espíritu de perdón. El Espíritu que empuja a todos los discípulos a pasar la vida haciendo el bien como su Señor y Maestro. Este es nuestro Rey.
Que resuenen en nuestros corazones las palabras dirigidas por Jesús a su compañero de suplicio: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Estar con Jesús, compartir su vida y su entrega, perdonar a los que nos crucifican, poner la vida en manos del Padre … nos lleva a tener “ya” parte en la vida, muerte y resurrección de Jesús. “Hoy”, Jesús es nuestro Rey; nos invita a participar del banquete de su reino, anticipando ya su Paraíso a nuestra tierra. ¡ Dichosos nosotros !
Jesús quiere y desea ardientemente que su reino, el reino del Padre, el reino de justicia, de amor y de paz, sea una realidad visible en nuestra iglesia y en nuestra sociedad. Para ello hay que luchar con sus mismas armas, no con otras: defensa del pobre, perdón, servicio gratuito y generoso, confianza ilimitada en Dios.
A sus discípulos - a nosotros - no nos declara sus defensores ni sus legionarios. No nos envía a declarar la guerra y derrotar a sus adversarios. Nos pide que seamos recuerdo y memoria del mismo Evangelio que El proclamó y vivió, y pan que alimente la esperanza y la fraternidad de nuestro mundo.
Venga tu Reino: que llegue “hoy” a nuestros corazones, a nuestras familias a nuestras