Con ocasión de la Jornada de Vocaciones Nativas, que se celebra este próximo 26 de abril, Fernando Domingues explica en esta entrevista cómo estos jóvenes que, en los territorios de misión, se plantean entregar sus vidas a Dios de forma incondicional.
Como fruto del gran trabajo misionero llevado a cabo, hoy contamos con numerosas Iglesias locales bien establecidas, y con gran vitalidad, que continúan necesitando de nuestro apoyo, pero que están caminando hacia un mayor protagonismo en la misión universal de la Iglesia.
La novedad más bella es el entusiasmo y la generosidad con que estas comunidades cristianas se están comprometiendo en el sostenimiento de las “vocaciones nativas” no sólo en sus países, sino también en todas las otras iglesias necesitadas.
-¿Qué ha aprendido en sus visitas a los seminarios y noviciados en tierras de misión?
He sentido de nuevo la alegría de ser sacerdote misionero. Encontrando tantos jóvenes, varones y mujeres, dispuestos a ofrecer la propia vida al Señor para anunciar su Evangelio, me he confirmado en la convicción de que una vida entregada a Jesús para hacer crecer su Iglesia, sobre todo donde hay mayor necesidad, es una vida bella, aunque sea muy exigente.
Me he dado cuenta que, cuando se sienten llamados por Cristo, los jóvenes son generosos y no tienen miedo a las dificultades y a la incertidumbre del futuro.
-¿Por qué hay zonas donde sigue creciendo el número de jóvenes que quieren ser sacerdotes, religiosos o religiosas, mientras en Occidente no deja de disminuir?
No hay una respuesta sencilla.