QUE MAÑANA DE LUZ

Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897)” (Papa Francisco).
El Domingo de Resurrección es la fiesta por excelencia de los cristianos. El triunfo de Jesús sobre la muerte y el mal nos indica que el amor de Dios es más fuerte y que no hay motivo justificado para el pesimismo o el derrotismo. Éstas son actitudes propias de la falta de fe en el Resucitado. “Si pensamos que las cosas no van a cambiar, recordemos que Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive. De otro modo, «si Cristo no resucitó, nuestra predicación está vacía» (1 Co 15,14)” (EG 275).

Por eso la resurrección de Jesús es el impulso para la misión de la Iglesia, ya que Él además de enviar a los discípulos a ser sus testigos, está junto a ellos: “El Evangelio nos relata que cuando los primeros discípulos salieron a predicar, «el Señor colaboraba con ellos y confirmaba la Palabra» (Mc 16,20). Eso también sucede hoy. Se nos invita a descubrirlo, a vivirlo. Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda” (ibíd.). El deseo de Jesús resucitado es llegar a todos los hombres y pueblos, por eso su acción en el mundo es continua, es “una fuerza de vida que ha penetrado el mundo […] una fuerza imparable […] Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible” (EG 275).
Con la fuerza de la resurrección y por la obra del Espíritu, Jesús siembra continuamente las semillas del reino de Dios y las hace crecer y fructificar: “la resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo” (EG 278). El Resucitado además ha querido asociar a la Iglesia y a los cristianos a esta obra; así “cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo” (EG 275).
En esteDomingo de Resurrección encomendemos a Jesús resucitado la misión de la Iglesia y pidamos que la fuerza del amor por la que Él venció a la muerte ayude a los misioneros y misioneras a superar todas las adversidades y sufrimientos por causa del Evangelio.
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