Millones de personas, convocadas, a la misma hora, para rezar de similar forma, ante el Santísimo, el día que se hace memoria del Corpus. Una iniciativa sorprendente del Papa Francisco, convocando a toda la Iglesia, el mismo día en el mismo momento.
Probablemente habrá quien se sienta más familiar con una forma concreta de oración, y quien no esté tan acostumbrado a ella; pero eso no es lo importante. ¿Es que, acaso, Dios necesita que seamos muchos, cuantos más mejor, en la misma actitud y en el mismo momento? Tampoco es eso lo que está detrás de una iniciativa como esta. Probablemente los que necesitamos recuperar una idea de unión somos nosotros. Hay, en la oración compartida el día 2 de junio, un mensaje interesante y necesario de unidad. Al final lo que nos une, en la fe, no son hábitos, costumbres, o rúbricas. No son teologías –por más que haya unas bases comunes- ni son talantes o ideologías. Lo que nos une es la capacidad de poner como centro al mismo Señor del evangelio, al mismo Dios. Eso, celebrado además el día en que la memoria del cuerpo de Cristo, entregado por todos, se convierte en llamada a la caridad concreta, aterrizada y real. En que se nos invita a hacer del pan partido y repartido un espejo en el que mirar lo que nuestras vidas pueden ser.