
En él se subrayan, al menos, tres detalles que resultan importantes también para nosotros. En primer lugar, se recuerda la noche. En la oscuridad los temores se apoderan de las mentes y de los corazones. Pero precisamente en medio de las tinieblas resonó la señal de Dios para salir de Egipto y ponerse en camino hacia la tierra de la libertad.
El texto recuerda además que la esperanza de aquella hora no generó en los padres de Israel un sentimiento de orgullo y de prepotencia. Y, mucho menos, de olvido de Dios. Al contrario, alimentó la piedad y la oración de los que sufrían la esclavitud.
Y, en tercer lugar, la esperanza de la partida tampoco aumentó esos sentimientos de individualismo que nos llevan a ignorar las penas y las alegrías de los demás. Todos los llamados a salir de Egipto se impusieron una norma sagrada: ser solidarios en los peligros y en los bienes.
Andres Flecha