Jesús habla un lenguaje nuevo y sorprendente. Su Dios no es violento, sino compasivo; “no acribilla a sus enemigos” ni “toma venganza de las naciones”, como, con excesiva frecuencia leemos en los salmos.
¿No sería mejor olvidar estas expresiones como una experiencia religiosa superada por Jesús?
El poder del Dios de Jesús se manifiesta en su compasión incondicional y en su bondad hacia todos. «Hace salir su sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos». No limita su amor a los que le son fieles. No reacciona con el castigo . Amar al enemigo
Hoy nos dice Jesús: «No seáis enemigos de nadie, ni siquiera de quien es vuestro enemigo. Pareceos a Dios». Por eso nos pide: Orad por vuestros enemigos. Cuando hemos conocido a Jesús, nunca se nos pasará por la imaginación invocar a Dios para que castigue, como a veces decimos, a los “malos”, “corruptos”, “terroristas”. Le diremos a Dios: “Cambia sus corazones para que cambie su vida y la de nuestra sociedad”. Orar por los enemigos es entrar en la corriente de bondad de nuestro Dios. Un verdadero creyente en Jesús no puede tener a nadie como enemigo ni ser enemigo de nadie. Jesús habla del algo tan sencillo como el “saludo”.