A todos invita el Señor. Invita a sentarse en
la mesa de la fraternidad en la que El es el anfitrión, el Hermano mayor, el
que dirige la palabra y el que alimenta a los comensales.
En torno a la mesa presidida por Jesús, el
proclama la buena noticia del Evangelio y los comensales la escuchan, la
dialogan y la aceptan en la profesión de la fe.
Después, una vez creado el ambiente y
dispuestos los corazones, Jesús mismo toma el pan, lo bendice, lo multiplica y
lo reparte a sus hermanos: al distribuirlo, es Jesús mismo quien se da y se
entrega como alimento.
A la Eucaristía toda la fuerza le viene de
Jesús: le recordamos, le celebramos, le escuchamos y nos identificamos con El.