La actividad del Papa Francisco durante estos dos años de ministerio petrino
Por Jesús de las Heras Muela
En la tarde de hace hoy, 13 de marzo, dos años –una tarde lluviosa y venturosa-, el cónclave de los cardenales menores de 80 años, reunido para elegir el sucesor de Benedicto XVI, tras la renuncia de este el 11 de febrero de 2011, emanó, por la chimenea de la Capilla Sixtina, la inconfundible y gozosa fumata blanca. Eras las 19:06 horas.
Llovía, la alegría, el bullicio y el nerviosismo estallaron en la Plaza de San Pedro y en todos los rincones de la urbe y del orbe. Una hora larga después –las 20:12 horas-, ya había cesado de llover, el cardenal protodiácono, entonces el francés Jean-Louis Tauran, en fidelidad al ceremonial y a la tradición de siglos, anunciaba el nombre del elegido, que cogió por sorpresa a todos: Jorge Mario Bergoglio, jesuita, de 76 años, cardenal arzobispo de Buenos Aires. Antes de las ocho y media de aquella tarde, Bergoglio, ya Pedro, ya Papa Francisco se presentó en el balcón central de la basílica vaticana. La sorpresa inicial, inmensa sorpresa, no hacía sino aumentar y hasta emocionar.
Han pasado dos años, dos años que, en buena medida, han cambiado la Iglesia y que, más allá de otras valoraciones, le han dado a esta no solo una mejor imagen ante la opinión pública y ante el mundo de la increencia, de la lejanía y de otras religiones, sino que, sobre todo, le ha aportado un renovado venero de búsqueda de autenticidad evangélica.