La actividad del Papa Francisco durante estos dos años de ministerio petrino
Por Jesús de las Heras Muela
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Llovía, la alegría, el bullicio y el nerviosismo estallaron en la Plaza de San Pedro y en todos los rincones de la urbe y del orbe. Una hora larga después –las 20:12 horas-, ya había cesado de llover, el cardenal protodiácono, entonces el francés Jean-Louis Tauran, en fidelidad al ceremonial y a la tradición de siglos, anunciaba el nombre del elegido, que cogió por sorpresa a todos: Jorge Mario Bergoglio, jesuita, de 76 años, cardenal arzobispo de Buenos Aires. Antes de las ocho y media de aquella tarde, Bergoglio, ya Pedro, ya Papa Francisco se presentó en el balcón central de la basílica vaticana. La sorpresa inicial, inmensa sorpresa, no hacía sino aumentar y hasta emocionar.
Han pasado dos años, dos años que, en buena medida, han cambiado la Iglesia y que, más allá de otras valoraciones, le han dado a esta no solo una mejor imagen ante la opinión pública y ante el mundo de la increencia, de la lejanía y de otras religiones, sino que, sobre todo, le ha aportado un renovado venero de búsqueda de autenticidad evangélica.